Esta flor, prácticamente seca, y marchita había perdido muchas de sus hermosos petalos, ya no era tan bella y aunque aun brillaba no lo hacía en todo su esplendor por temor a ese viento feroz, pasaron los años y a pesar de las heridas la flor seguía alli, la azotaron muchas tormentas de arena que hacían que poco a poco el polvo del desierto apagase su brillo y quedase parcialmente enterrada.
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jueves, 15 de diciembre de 2011
La flor (parte 1)
Erase una vez una flor muy especial, crecía fuerte y brillante, cual rubi, en medio del desierto estaba sola, aunque aveces le acompañaban el viento la arena y pequeños animales que, al acercarse a ella para devorarla, se veían maravillados por su infinita belleza, pero un día llego un viento extrañó, un viento que al principio era cálido y acojedor pero pronto se tornó asfixiante, tanto que le impedia repirar, por lo que poco a poco comentó a secarse. El viento azotador pensado que había acabado con ella la abandono justo cuando estaba a punto de desfallecer.

Esta flor, prácticamente seca, y marchita había perdido muchas de sus hermosos petalos, ya no era tan bella y aunque aun brillaba no lo hacía en todo su esplendor por temor a ese viento feroz, pasaron los años y a pesar de las heridas la flor seguía alli, la azotaron muchas tormentas de arena que hacían que poco a poco el polvo del desierto apagase su brillo y quedase parcialmente enterrada.
Esta flor, prácticamente seca, y marchita había perdido muchas de sus hermosos petalos, ya no era tan bella y aunque aun brillaba no lo hacía en todo su esplendor por temor a ese viento feroz, pasaron los años y a pesar de las heridas la flor seguía alli, la azotaron muchas tormentas de arena que hacían que poco a poco el polvo del desierto apagase su brillo y quedase parcialmente enterrada.
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